Autor: Ricardo Hernández, CEO y fundador de Edison.

Desde hace años la industria de los servicios informáticos crece sostenidamente y genera empleo, impulsando la innovación e insertando nuevas tecnologías en el país, en un contexto complejo. Para fines de este año los servicios de IT serán la segunda industria exportadora después del complejo sojero. Esta combinación de hechos ha generado la impresión de que se trata de un sector capaz de aguantar cualquier cosa y resistir cualquier tipo de crisis. Pero esta área productiva no es irrompible. La bonanza se da porque es un sector en crecimiento en todo el mundo y, mientras en Argentina aún hay mucha incertidumbre sobre lo que vendrá, en otros mercados trabajan de modo acelerado para fomentar su desarrollo competitivo.

Existen dos datos de la realidad que muestran cuán al límite está sector, sobre todo para el 94% de las pequeñas y medianas empresas que emplean no menos de 52.000 personas en distintos puntos del país. El primero de los datos es que la mayoría de esas pymes tienen por clientes a empresas locales impactadas por el freno económico de la pandemia. En el corto plazo, las cadenas de pago se han estirado a más de 90 días o bien se han roto, un indicador preocupante si consideramos que el 71% de los gastos de esas empresas son los salarios de sus trabajadores. En el largo plazo, las grandes empresas tienen presupuestos de IT destinados con mucha anticipación, que se imputan a planes de inversión a no menos de 3 años y que van de la mano de la estimación de crecimiento de esa compañía. La pandemia vino a cambiar todo y hoy existen industrias que prácticamente cancelaron todos los proyectos durante 2020 y están presupuestando un magro 2021. Es decir, que en los próximos meses habrá menos demanda interna.

El otro punto débil es la posición argentina en el mercado internacional. Por si quedaba alguna duda, la pandemia demostró que muchas actividades se pueden desarrollar desde cualquier lugar del mundo. La demanda global de profesionales y la gran capacidad de la gente que trabaja en esta industria en Argentina ha hecho que iniciara una escalada de salarios, la rotación supere el 30% y que se incrementara la tasa de desvinculación por voluntad del empleado. Ocurre que la industria gamer brasileña, las fintechs de bancos extranjeros y hasta los grandes unicornios captan profesionales argentinos, y los contratan en forma directa para pagarles en dólares y evitando las cargas sociales o impuestos, mientras que las pymes informáticas continúan pagando impuestos y cargas sociales.

Estos son dos hechos estructurales que llevan al sector hacia el borde. Y a eso hay que agregarle cuestiones de contexto que no son menores. La inflación de costos, esta vez no podrá ser transferida al valor horario de los servicios. El cliente de IT sofocado por la pandemia no va a poder absorber tarifas mucho más caras, de hecho, apuntará a bajar los costos. Eso afectará de manera muy concreta la rentabilidad de la industria, que ya tenía poco margen.

Por otra parte, la derogación de la Ley de Economía del Conocimiento con sus beneficios concretos a la exportación, combinada con un tipo de cambio rezagado para exportar y un tipo de cambio real mucho más caro en la calle, hace que esta crisis sea muy diferente a la vivida durante el 2002 al 2006 en la que los dólares frescos resolvían los problemas generados por la devaluación asimétrica.

A diferencia de lo que ocurre con otros sectores como el campo o la industria automotriz, la industria del conocimiento es fácilmente trasladable de un mercado a otro. Por eso, alentar y fomentar la actividad de los servicios informáticos es no sólo una necesidad de las empresas de ese sector en Argentina, sino que podría ser uno de los pilares del crecimiento económico del país, con sentido federal y capacidad de mejorar la calidad de vida de miles de personas. No hacerlo no será una oportunidad perdida, sino que una oportunidad aprovechada por otro.